martes, 2 de octubre de 2007

El Plan redentor de Dios



Sería bueno reflexionar sobre el plan redentor de Dios. El propósito de Dios es que por medio de la nueva vida que nos da al regenerarnos Él pueda librarnos de:

1- El pecado
2- Lo Natural
3- Lo sobrenatural

Al decir “lo sobrenatural” decimos el poder satánico del mal en el reino invisible. Se necesitan estos tres pasos de liberación; no podemos omitir ninguno de ellos. Si un cristiano limita la obra redentora de Dios por contentarse simplemente con vencer el pecado, se queda corto del propósito de Dios. Hay que vencer a la vida natural (el yo y la voluntad misma del hombre) y también hay que vencer al enemigo sobrenatural. Por supuesto es bueno vencer al pecado, pero la obra no esta completa si quedan sin conquistar el Yo natural y el mal sobrenatural. La cruz puede conseguirnos esa victoria.

Por lo tanto el propósito de Dios es que sus hijos tienen que liberarse por completo de la vieja creación y que tienen que pasar por completo a la nueva creación. Nada importa lo que le pueda parecer al hombre la vieja creación; esta totalmente condenada por Dios. Si los obreros sabemos lo que hay que destruir y lo que hay que construir, entonces no somos ciegos que guían otros ciegos.

El nuevo nacimiento, o sea, recibir la propia vida de Dios, es el punto de arranque de toda vida espiritual. ¡Qué inútil es si el resultado de toda nuestra exhortación, persuasión, argumentación, explicación y estudio es únicamente producir cierto entendimiento en la mente, cierta determinación en la voluntad y cierto sentimiento en la emoción! Esto no ha servido a la gente para recibir la vida de Dios en su espíritu. Pero si los que somos responsables de predicar el evangelio comprendemos de verdad que si la gente no recibe la vida de Dios en las profundidades de su ser no habremos hecho nada de provecho, entonces ¡que reforma tan radical habrá en nuestra obra! Por su puesto que este conocimiento nos llevará a ver que muchos que profesan creer en el Señor Jesús nunca lo han hecho realmente. Lágrimas, penitencia, reforma, celo y trabajo; estas son las marcas esenciales del cristiano. Bienaventurados somos si sabemos que nuestra responsabilidad es llevar al hombre a recibir la vida increada de Dios.



Extraído del primer prólogo de “El hombre espiritual”, Watchman Nee, Ed. Clie (cursivas agregadas).

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