domingo, 29 de abril de 2007

A solas con Dios.

El siguiente pasaje es para meditación y busqueda de la revelación del Espírirtu Santo, para entender tanto los tiempos como el sentido correcto del pasaje.


2 Tesalonicenses 2:1 “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta en el sentido de que el día del Señor esta cerca. Nadie os engañe de ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios."

jueves, 26 de abril de 2007

"Historia de un Faro"



El velero había salido lleno de euforia y de esperanza del puerto de Buenos Aires buscando el Pacífico. Pero al llegar hasta allí no tenía más remedio que bordear la tierra en busca de la brecha que por el Cabo de Hornos le permitiera torcer hacia la derecha rumbo hacia el mar grande. Por eso puso confiado proa al sur, aunque su meta fuera el oeste.

Pero el cambio de rumbo no se hizo. Tal vez se navegaba con las velas demasiado desplegadas. Tal vez fuera de noche cuando se pasó frente a la brecha. A lo mejor sucedió durante una tormenta. No sé. Lo cierto fue que se continuó al sur, rumbo al frío, rumbo al polo.

El error se fue haciendo duda a medida que subía a la conciencia. Una vez plenamente instalado en la conciencia, la duda floreció en angustia.

El pobre velero se encontró rodeado por los témpanos, por el frío, las tormentas y un sol lejano que cada vez se alejaba menos del horizonte. Entonces fue cuando se tuvo conciencia de haber equivocado el rumbo. De estar marchando hacia la nada, hacia el vacío del frío y de la muerte. Se le preguntó a la brújula: pero la brújula había enloquecido. Porque en el polo las brújulas enloquecen y comienzan una danza que contagia a los marineros.

Ya no tenía sentido seguir. ¿Para qué? Si cada esfuerzo hacia adelante era un paso hacia la nada fría de la muerte. Algo que embretaba aún más entre los hielos, la oscuridad y las tormentas.

Se quiso preguntar a las estrellas. Pero las estrellas revoloteaban en círculo alrededor de un polo cósmico invisible lo mismo que los albatros alrededor del mástil del velero. En el polo, las estrellas no nacen ni mueren, simplemente giran equidistantes al horizonte. Allí, cerca del polo, poner proa una estrella hubiera sido simplemente girar sobre sí mismo.

Entonces ¿nada había ni en el barco ni en el cielo, que fuera capaz de devolver el rumbo? Porque el hecho de no saber dónde se estaba, quitaba todo sentido a lo que se tenía. Los grandes puntos de referencia eran todos ambiguos. Porque en el polo todo es ambiguo, hasta el mismo movimiento.

Y fue entonces cuando se recibió el mensaje.

Tres cortas… una larga… silencio. Tres cortas… una larga… silencio. Tres…

El brillo intermitente despertó la curiosidad de esos hombres hambrientos de señales. No. No podía ser una estrella; porque ese brillo estaba allí, sobre la misma línea horizontal que ellos. Participaba del movimiento de las mismas olas, rodeado por los mismos témpanos y el mismo desamparo del frío y las tormentas. Tenía que ser un signo de presencia humana. Era un faro.

Y el faro continuaba fiel al ritmo de sus intermitencias: tres cortas… una larga… silencio. Tres…

Y esos marineros aturdidos por el ruido y la tormenta que silbaba en el cordaje de sus mástiles hubieran preferido que en lugar de ese silencio, el faro les enviara una palabra con la que se identificara a sí mismo y los ubicara a ellos. Pero el faro en su soledad tenía sólo un medio para comunicarse y manifestar su identidad: la fidelidad al ritmo de sus intermitencias. Y continuó lanzando sobre la tormenta, las olas y los témpanos, su mensaje de luz con pañales de silencio.

¿Desembarcar en el faro? Era imposible. En esas latitudes los faros anidan en arrecifes. La palabra esperada estaba oculta en el silencio del velero mismo. Porque el velero contaba entre sus bienes con un libro de faros. Y fue allí donde los marineros fueron a identificar el mensaje de ese faro. Y fue gracias a la fidelidad precisa y silenciosa a sus intermitencias por la que los marineros, mineros del silencio de ese libro, ubicaron la identidad del faro y con ello un punto de referencia para su propia posición. Entonces cada cosa antes incoherente, aportó su pequeño mensaje provisorio: la posición del sol en el horizonte, la hora del reloj, la danza de la brújula, y hasta las mismas estrellas.
Se supo que se estaba proa al polo. Y se viró en redondo. Y con ello los marineros supieron que el velero se había salvado. O mejor, que para ese velero comenzaba la oportunidad de salvarse.

Porque esa conversión profunda, aparentemente no había cambiado nada en la geografía concreta de su navegación. Seguían rodeados por los témpanos, el frío, las olas y los vientos. Su conversión no les había cambiado de geografía; simplemente los había colocado proa hacia una nueva dirección. Antes, seguir era avanzar hacia la muerte, hacia el frío del polo y de la nada. Ahora, navegar era avanzar hacia la luz, hacia la vida, hacia el encuentro con los demás hombres. Era regresar hacia su pueblo, dejando atrás la geografía del reino de las sombras. Pero allí los dos rumbos participaban aún del mismo medio externo. Y tal vez el esfuerzo para avanzar fuera ahora aún mayor que el anterior. porque había que hacer frente a todo eso que los había conducido hasta allí. Pero la diferencia estaba en que ahora los esfuerzos tenían sentido porque conducían a la vida. Porque entre los navegantes, lo que desanima no el tener que hacer esfuerzos, sino el que esos esfuerzos sean gestos vacíos de sentido.

Poco a poco fue quedando atrás toda esa geografía polar. Poco a poco las estrellas fueron inclinando sus órbitas buscando el horizonte, y la brújula fue estabilizándose. Y con ello se reentró en el mundo de las exigencias normales de la navegación a vela. Se siguió navegando con fidelidad a esa ruta, proa hacia esa meta donde muerte el sol.
Allá quedó el faro. Exigido por la fidelidad al ritmo de sus intermitencias, a su geografía polar y a su silencio. Porque el misterio personal del faro exige fidelidad a su arrecife, y un profundo respeto por la ruta personal de cada navegante.

Lo que no quita que a veces sufra de nostalgia al recordar a los veleros.

Mamerto Manapace

martes, 10 de abril de 2007

"Por sus frutos conoceréis"


Jeremías 12:1 “Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo; sin embargo, alegraré mi causa ante ti. ¿Por qué es prosperado el camino de los impíos y tienen bien todos los que se portan deslealmente? Los plantaste y echaron raíces; crecieron y dieron fruto; cercano estás de sus bocas, pero lejos de sus corazones.”

Versión Reina y Valera 1960


Hay ciertos pasajes relacionados con el fruto, que en reiteradas ocasiones nos han generado diversas confusiones. ¿Cómo es que en una Iglesia semejante ocurran ciertas cosas? Todo se resume y sintetiza al fruto. Si hay fruto y bueno, es de Dios. Si hay fruto pero malo no es de Dios. “Por sus frutos conoceréis”. Así terminan muchos planteamientos que ya no se pueden sostener ni fundamentar. Esta frase se ha utilizado por muchos para esconderse de verdaderos cuestionamientos como si el fruto obtenido, hubiese sido por el esfuerzo de sus manos.
Aunque se haya trabajado hasta el desvanecimiento, el fruto que luego se ve es por Obra exclusiva del Señor y por su gracia. No por otra cosa. No hay mérito para nosotros y por lo tanto no podemos apropiarnos de ellos ni mucho menos exhibirlos como propios. Ese fruto no es una condecoración. Ese fruto, esa prosperidad, ese gran bien, ese crecimiento, esa multiplicación no se puede transformar en una identificación personal. Aún así, hoy en día vemos que eso ocurre y hasta a veces nos hace dudar de muchas cosas, pero este pasaje traerá luz a nuestras vidas.
¿Qué más quisiera como Hijo de Dios que tener en mi boca sus palabras, tenerlo en mi boca a él mismo? ¿Qué más quisiera como Hijo de Dios que tenerlo a él viviendo verdaderamente dentro de mí? ¿Qué más quisiera que ser uno con él, ya no tenerlo mas cerca sino dentro de mí? Bueno. Este pasaje nos muestra que en medio de la prosperidad, en medio de un crecimiento numérico y jerárquico, en medio de grandes dones, Dios puede estar cerca de la boca de los desleales. No en sus bocas, sino cerca. Pero en medio de tanto “buen fruto” Dios puede estar lejos del corazón. Te preguntarás como es que se puede dar esto. Simple, solo abre tu espíritu y tu entendimiento. Marcos 7:6 nos dice: “Este pueblo de labios me honra, más su corazón esta lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.” Puedes estar viendo un gran mover en tu Iglesia, milagros, prosperidad, y muchas cosas, pero aún así te pueden estar enseñando cosas humanas y no de Dios.

Ahora podemos volver a meditar en el pasaje que tanto nos han enseñado: “Por sus frutos conoceréis”. ¡Claro que si, ahora conocemos! Bendito sea Dios por ello.