jueves, 21 de junio de 2007

Desconocidos



Juan 1:19 “Este es e testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntarle: -¿Quién eres tú? El confesó y no negó, sino que confesó: -Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: -¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Y dijo: -No lo soy. – ¿Eres tú el profeta? Y respondió: -No. Le dijeron entonces: ¿Quién eres? Para que demos respuestas a los que nos han enviado. ¿Qué dices en cuanto a ti mismo? Dijo: -Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: “Enderezad el camino del Señor” como dijo el profeta Isaías.

Antigua Versión Reina y Valera.



Aquí podemos observar el momento justo en que dos generaciones están frente a frente. La generación Conocida por todos y la Desconocida, conocida solo por Dios. La generación Conocida es la que interroga a un Desconocido y le pide su identificación, junto con su fichero de culto. Este confiesa no ser el Cristo, no ser la cabeza, ni ser Elías, ni ser profeta ni nada. Ni siquiera dice su nombre. Que demente tan atrevido pensaban algunos. Finalmente como vieron que este Desconocido no pertenecía a ningún grupo o denominación le dijeron que diga algo de él. Su respuesta fue: Yo soy LA VOZ DE UNO que clama en el desierto: Enderecen el camino del Señor. Y lo que quiero rescatar es el significado no explicito de esta contestación. Al leer “Yo soy la voz de UNO” podemos entender que hay más voces de Desconocidos, y además que se están preparando en desierto muchos más de estos Desconocidos, que en su boca traerán un mensaje de Arrepentimiento. Una generación Desconocida esta clamando y gimiendo en los desiertos por un cambio genuino en la Iglesia del Señor. Si crees que eres parte de ellos, solo espera tu tiempo. Un detalle más, los de esta generación entienden que ya no habrá laureles, ni reconocimientos, ni títulos, ni coberturas ni nada. Solo por un largo tiempo habrá un Desierto, un Desconocido y su Dios.


viernes, 15 de junio de 2007

Levantando clamor



Lamentaciones 2:18 “El corazón de la gente clama al Señor con angustia. Bella Sión amurallada, ¡deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos! Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre y quedan tendidos por las calles.”

(Nueva Versión Internacional,1999)


El primer paso luego de esta lectura es entender a quien el Profeta esta amonestando, y es precisamente a la Ciudad de Dios, Sión, quien es representativa de la Iglesia. Este pasaje habla de un clamor que hoy en día cada vez se hace mas intenso, y es el clamor de aquellos de desfallecen y mueren espiritualmente por un buen plato de comida. Pero no de aquellos platos que son para engañar el estómago, como quien diría, sino de un buen plato de abundante palabra de vida. Ese clamor habla de los que ya no quieren oír fábulas ni cuentos, y de los que han desarrollado una desesperación tal por el Señor, que inexplicablemente se sienten morir.
La Iglesia a la que el profeta le habla es una amurallada de tal forma que ha perdido la noción de lo que acontece en las calles, pero no fisicamente en la calle, sino en el corazón de las personas. Inicialmente la figura de una Iglesia amurallada es la de una Iglesia apartada para Dios, no apartada de todo, y aún de Dios. Esto se ha convertido en algo tan real que muchos ya han recibido este llamado, el de clamar, el de llorar, el de arrepentimiento por los tantos niños espirituales que se mueren de hambre, y los que son abortados por el Sistema. Es hora que el clamor comience a oírse en todos lados y que las primeras murallas de la indiferencia que se caigan sean las de nuestro corazón. Mantengamos altas las murallas que nos apartan para Dios, ¡levantemos clamor!

sábado, 9 de junio de 2007

Frase

"El poder del Espíritu Santo está más allá de su control. Pero si se trata de la fuerza del alma, usted puede tener certeza. Usted sabe que su mensaje puede llevar a las personas a llorar y a arrepentirse. Lo que es llamado poder dinámico, es simplemente el poder del alma."



(El poder oculto del alma,WATCHMAN NEE)

viernes, 8 de junio de 2007

De allí yo te bajaré



Malaquías 1:4 “Edom dice: Aunque nos han hecho pedazos, reconstruiremos sobre las ruinas. Pero el Señor Todopoderoso dice: Ustedes podrán reconstruir, pero yo derribaré. Serán llamados territorio malvado, pueblo contra el cual siempre estará indignado el Señor. Ustedes lo verán con sus propios ojos y dirán: ¡Se ha engrandecido el Señor, aún más allá de las fronteras de Israel!”

Biblia de Estudio NVI. Ed. Vida


Según Jeremías 49 podemos darnos cuenta de porque Edom fue destruida. La característica de esta gente era el orgullo, el enaltecimiento, el infundir terror en sus moradores, y el jactarse por su riqueza. Es por eso que Dios le advierte que aunque ponga su nido en las alturas, de ahí, el mismo la iba a bajar. ¿Qué advertencia tan terrible no? “Aunque llegues tan alto, que creas que nadie te puede tocar, con mi propia mano te derribaré, una y otra vez. Aunque vuelvas a construir tu imperio de entre las ruinas, lo volveré a derribar.” Fijémonos que estas actitudes indignaron al Señor y él mismo ha decidido engrandecerse aún más. Tanto se ha engrandecido (lo que no quiere decir que antes no haya sido grande), que ha ido aún mas allá de los límites de Israel. De la misma forma, el Señor se ha indignado con el sistema presente que ha decidido destruirlo.
No importa cuantos tipos de sistemas diferentes se creen, no importa el nombre que se le quiera dar, el mismo Señor dice que lo derribará y que lo hará pedazos. Pablo decía en Galatas: "Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago." Esto será visto ante los ojos de todo, y verdaderamente reconocerán que Dios traspasó, fue más allá de los límites aún de la Iglesia dormida, y sin pedirle permiso a nadie.

lunes, 4 de junio de 2007

¿Qué es juzgar?

Por Charles G. Finney

Queridos hermanos, permítanme a través de estas líneas dirigirme a la Iglesia para tratar un asunto de gran delicadeza, y al mismo tiempo de gran importancia. Repetidos comentarios en diferentes mensajes cristianos, me permiten observar que una muy importante distinción se está pasando por alto y esto está calculado para hacer un gran daño en la Iglesia. Los escritores, pastores, predicadores, etc., a los que me refiero, parecen confundir lo que llaman “Acusaciones” con la “Fidelidad cristiana”. ¡Un error más demoledor sería difícil de imaginar o enseñar! Esta confusión existe especialmente en sus mentes y en sus mensajes con respecto a cualquier cosa que se dice acerca de las fechorías de los ministros del evangelio. Parecen asumir, uno, que los ministros de la Palabra están universalmente en un estado de santificación permanente, y si no lo están, parece que a ellos no se les debe reprobar por pecar, como a los demás hombres, ni exhortar al arrepentimiento. Parecería, que NO se puede decir nada acerca de los pecados de los ministros, y que ellos no pueden ser reprobados o advertidos, ni en la más profunda gentileza y amor, sin que se le trate a uno como “acusador” o “demasiado juzgón”.

La clase de predicadores y escritores a la que me estoy refiriendo, supone que el hablar clara y directamente acerca de los pecados de la Iglesia, “redargüir, reprender, exhortar” atinadamente y en una manera urgente y afectuosa es también “juzgar” y “criticar”. En otras palabras, parece que la práctica de muchos escritores y predicadores de hoy en día, es confundir totalmente (como lo dije antes), la fidelidad cristiana con el “juzgar y criticar”. Ahora bien, si se permite que esta confusión siga adelante sin notarlo, hasta que la reprensión, en vez de ser considerada una virtud se considere un vicio, la Iglesia inevitablemente será destruida. Si el reprobar los pecados de los ministros, o de cualquier tipo de cristianos u hombres, es considerado como “juzgar” y “criticar”, entonces el poder del glorioso evangelio será destruido. Permítanme a continuación puntualizar lo que yo creo que es la correcta distinción entre juzgar en una manera criticona y la verdadera fidelidad cristiana. Permítanme mostrar que la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria; y que los ministros están tan obligados a reprender a sus consiervos como a cualquier otro tipo de persona y por último, que las personas que se quejan de esto evidencian, sin lugar a dudas, que tienen un espíritu orgulloso y turbulento.

Primeramente, veamos la diferencia entre el “juzgar” y la fidelidad cristiana. Considero que “juzgar” es una disposición de censurar, culpar y condenar a otros, y hacer esto hablando de las fallas de otros con una intención egoísta y perversa. Esto se ve al pasar juicios severos y sin amor acerca de los motivos de otros, aun cuando su conducta parece adecuada. Consiste también en “publicar” sus faltas en una manera aun cuando no se requiere según la ley del amor y la benevolencia. La fidelidad a Cristo, con respecto a las faltas de otros, consiste en reprobar a otros por sus pecados por amor a Dios y a las almas de los hombres. Consiste también en reprobarlos, advertirlos y exhortarlos a abandonar sus pecados para la gloria de Dios y el bien de su Iglesia. La fidelidad cristiana, en cuanto a la reprensión, consiste en lidiar y tratar con todas las clases de personas en una manera franca, directa y continua, y al mismo tiempo compasiva. De la misma forma que lo hicieron los profetas, Cristo y los apóstoles. Los pecados por los cuales estos últimos reprendieron y reprobaron a los hombres no eran pecados que conocían solamente por “revelación”, sino pecados que estaban a la vista de todos, y pecados de los cuales sabían que eran culpables, por su propia observación. En las reprensiones que ellos hacían, podemos aprender los grandes principios bíblicos para poder reprender y reprobar como ellos. Y debemos considerar esos principios como las leyes del reino de Cristo y ministrar las reprensiones de acuerdo a ellas. Que se entienda claro, que la fidelidad a Cristo, con respecto a reprobar el pecado, consiste en reprobar a la persona por su pecado en una forma profunda, y al mismo tiempo teniendo dentro compasión y benevolencia. Y cuando haya necesidad, reprender cualquier forma de pecado en cualquier parte. Consiste en hablar debidamente acerca de los pecados públicos de cualquier tipo de personas, en cualquier lugar, siempre y cuando las circunstancias de la Iglesia y la Gloria de Dios lo demanden. Pero, una vez más, digo que el hablar innecesariamente o por motivos maliciosos de los pecados de cualquier tipo de persona, no importa lo terribles y conocidos que sean estos pecados, esto es “juzgar” o “criticar”.


En segundo lugar, la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria. Este es un mandato claro de la Biblia. “… Si tu hermano peca contra ti ve y repréndele…” Hay muchos pasajes de la Escritura que hablan de esta obligación: la naturaleza del caso demuestra que esto es una obligación de todos. Es una consecuencia natural del amor benevolente. Para un hombre con amor benevolente es tan natural el reprobar a otros por sus pecados y avisarles que “huyan de la ira que viene”, como sería el dar la voz de alarma a sus vecinos si su casa se estuviera quemando.

Como dije, los ministros están obligados a reprobar a sus consiervos así como a reprobar cualquier otra clase de persona. Cuando Pedro, en una ocasión era culpable de un pecado, Pablo lo resistió cara a cara. Aquí tenemos el ejemplo de un apóstol reprobando a un apóstol. En ningún lugar los ministros son la excepción a la regla general del reino de Dios. -Que todos los hombres deben ser reprobados por sus pecados- ¡No hay ninguna razón por la cual deberían ser la excepción! Los pecados de los ministros son especialmente dañinos para la Iglesia y para el mundo. Hay entonces una razón importante para que ellos sean enfrentados fielmente por sus pecados. Puesto que los ministros son considerados ejemplos públicos para la gente, sus pecados deben ser especialmente señalados como pecado, y públicamente reprobados ¡a menos que querramos que sus pecados sean pasados por alto por la gente y la gente comience a imitarlos como si fueran virtudes!

Su compromiso de ser santos es tal, que los ministros ciertamente merecen reprensión, si no caminan rectamente e íntegramente. En el mismo grado de importancia de su llamamiento, así también es necesario que se les confronte consistentemente por todo tipo de personas y especialmente por sus hermanos ministros. Siempre se debe de tener respeto a su carácter oficial, y se les debe ministrar reprensión especialmente (y ciertamente a TODOS los hombres) y debe hacerse con gran franqueza, amabilidad, compasión, pero asimismo con gran profundidad, escudriñándolos fielmente.

Para terminar, el quejarse de esto es evidencia de que la persona tiene un espíritu de orgullo. Cuando alguien tiene disposición a resistir o resentir las reprensiones en un espíritu de fidelidad a Cristo, es por un lado, porque la persona tiene un espíritu anticristiano. Si las personas no pueden ser reprobadas y aun tratadas duramente por sus faltas, y tomarlas pacientemente, ciertamente están lejos de tener un carácter cristiano. Pedro dijo “Pues, ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuistéis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejando ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halla engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pe. 2:20-23). Ahora bien, el apóstol enseña claramente en este pasaje, que incluso el ser reprendido o abofeteado y tomarlo pacientemente cuando somos en verdad culpables no es evidencia de un espíritu cristiano. ¡Pero el rehusar a sufrir la reprensión obviamente debe ser evidencia de un espíritu orgulloso y sin paz! Cuando cualquier clase de gente piensa que está más allá del ser reprobado por otros, ya sea por su posición en la vida o porque son muy influyentes, y creen que otros ya no tienen derecho a reprenderlos por sus pecados, es porque NO tienen la mente de Cristo. Esto, especialmente cuando rehusan la reprensión de sus hermanos, que son natural y eclesiásticamente sus iguales. En resumen, cuando un hombre, o grupos de hombres, están en tal estado mental que se niegan a ser reprobados por sus pecados aun por el menor miembro de la congregación o aun por un niño, están en un estado de orgullo y de inconversión, y en ese estado mental, Dios no los bendecirá.

Permítanme terminar este mensaje con algunos comentarios. Es de desearse, el que hubiera mucha más fidelidad a Cristo, con respecto a reprender cualquier tipo y forma de pecado que hay en la Iglesia. Debe haber mucha más de esta fidelidad o la Iglesia no puede prosperar.

Es grandemente deseable que los ministros sean mucho más consistentes en reprobarse los unos a los otros tanto en público como en privado.

Sería de gran bendición que esto se hiciera en un mejor espíritu, que en el que generalmente se hace. Debería hacerse mucho más profundamente, de manera que alcance la raíz del asunto. Es de infinita importancia, que el trato claro y franco de esos pecados se reciba en un espíritu correcto y que los ministros especialmente consideraran bien el ejemplo de David, que a pesar de ser rey, cuando fue reprendido atinadamente en forma personal por el profeta Natán, en vez de resentirlo, y quejarse de que lo estaban “juzgando” y “exhibiendo” exclamó con toda humildad, como un hombre de Dios, “He pecado contra Dios”. Mientras tanto los ministros están dispuestos a quejarse y a tratar todas las reprensiones, no importa que tan amables, como si fueran “críticas” y “condenas”. No tienen por que esperar la bendición del Señor cuando se haga esta queja, nosotros debemos examinar con cuidado y en oración nuestro espíritu, motivos, y maneras de ministrar la reprensión; pero de ninguna manera, debemos detenernos de seguir reprobando a la persona en una forma completa, que llegue hasta lo profundo de su ser, compasivamente y con benevolencia; ya sea hasta que haya reformación o hasta que el caso sea sin esperanza, hasta que se aplique el principio que Cristo les dio a sus discípulos con respecto a los líderes religiosos de su tiempo: “Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos”.

Ahora bien hermanos, he escrito este mensaje en la gentileza y amor de mi corazón y sospecho que en esto seré acusado de “juzgón”, “muy crítico”; y sospecho que lo que sé que hablo con amor puede ser confundido con un espíritu condenatorio. Pero, mis hermanos, nada puedo hacer: Deseo llamar la atención de la Iglesia y del ministerio a esta simple distinción, y ruego en oración que la consideren, cada vez que se hallen reprendidos. “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo” (Sal. 141:5).


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domingo, 3 de junio de 2007

Falta de lluvia



Jeremías 3:2 “Alza tus ojos a las alturas, y ve en que lugar no te hayas prostituido. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y falto la lluvia tardía, y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza.”

Versión Reina-Valera 1960


Alguna que otra vez, he oído por ahí una duda que daba vueltas en la cabeza de algunos, pero que verdaderamente se cuestionaban el porque no ocurrían las cosas. Muchos hoy en día predican acerca de avivamiento, a cerca de un mover como en tiempos atrás, mucho mas grande, con muchos mas milagros, con mucho mas poder que llenará las Iglesias de gente. Pero nunca entendí como llegará ese tiempo, el de la lluvia tardía, que hará madurar y fortalecer a los creyentes, si las Aguas han sido detenidas. Esa es la impresión que tuve durante mucho tiempo.
Este pasaje me lo terminó de confirmar. Era así. De hecho, siempre me pregunté porque tanto empeño en meter a la fuerza a la gente dentro de los templos que están vacíos. Porque siempre se predicó de un Jesús que cambia y transforma, pero nos preguntamos muchas veces ¿A quién? ¿A quién es que cambia y transforma, porque de hecho yo sigo viendo lo mismo en la Iglesia de lo que veo afuera? ¿Cuál es la diferencia? Y siempre nos intentaron callar, y nos metieron la idea del sometimiento al hombre, cuando la Biblia habla de someterse a Dios. También me pregunte acerca de porque persuadir a la gente a una oración de supuesta entrega, y tratar de convencerla de que con eso ya esta. Solo que ahora se tiene que bautizar, se tiene que congregar, tiene que involucrarse, etc, etc.
El hecho es que no hay verdaderas conversiones, no hay verdaderos milagros, no hay verdaderos cambios y transformaciones, no hay verdadera Presencia porque la corrupción en la que vivimos ha entrado a nuestros templos y los ha contaminado. En pocas palabras, se ha prostituido a cambio de poder y reconocimiento humano.
Un ejemplo puedo darles a través de un mensaje traído por unas mujeres de Liberia en octubre de 2006. Ellas nos mostraron simplemente que la Iglesia había perdido su lugar, y ahora estaba en el Gobierno, cuando el Gobierno debía estar en la Iglesia. La misma corrupción y prostitución de poderes se ha infiltrado por puertas y ventanas como puedes encontrarlo en Jeremías 9. Es necesario descontaminarnos para que las Aguas comiencen a fluir libremente y la lluvia tardía, que nos hará madurar, comience a llegar a nuestras vidas.