viernes, 15 de junio de 2007

Levantando clamor



Lamentaciones 2:18 “El corazón de la gente clama al Señor con angustia. Bella Sión amurallada, ¡deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos! Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre y quedan tendidos por las calles.”

(Nueva Versión Internacional,1999)


El primer paso luego de esta lectura es entender a quien el Profeta esta amonestando, y es precisamente a la Ciudad de Dios, Sión, quien es representativa de la Iglesia. Este pasaje habla de un clamor que hoy en día cada vez se hace mas intenso, y es el clamor de aquellos de desfallecen y mueren espiritualmente por un buen plato de comida. Pero no de aquellos platos que son para engañar el estómago, como quien diría, sino de un buen plato de abundante palabra de vida. Ese clamor habla de los que ya no quieren oír fábulas ni cuentos, y de los que han desarrollado una desesperación tal por el Señor, que inexplicablemente se sienten morir.
La Iglesia a la que el profeta le habla es una amurallada de tal forma que ha perdido la noción de lo que acontece en las calles, pero no fisicamente en la calle, sino en el corazón de las personas. Inicialmente la figura de una Iglesia amurallada es la de una Iglesia apartada para Dios, no apartada de todo, y aún de Dios. Esto se ha convertido en algo tan real que muchos ya han recibido este llamado, el de clamar, el de llorar, el de arrepentimiento por los tantos niños espirituales que se mueren de hambre, y los que son abortados por el Sistema. Es hora que el clamor comience a oírse en todos lados y que las primeras murallas de la indiferencia que se caigan sean las de nuestro corazón. Mantengamos altas las murallas que nos apartan para Dios, ¡levantemos clamor!

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